jueves, 10 de septiembre de 2009

Lluvia - Juan Gelman

Hoy llueve mucho, mucho,
y pareciera que están lavando el mundo
mi vecino de al lado mira la lluvia
y piensa escribir una carta de amor
una carta a la mujer que vive con él
y le cocina y le lava la ropa y hace el amor con él
y se parece a su sombra
mi vecino nunca le dice palabras de amor a la mujer
entra a la casa por la ventana y no por la puerta
por una puerta se entra a muchos sitios
al trabajo, al cuartel, a la cárcel,
a todos los edificios del mundo
pero no al mundo
ni a una mujer
ni al alma
es decir
a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así
como hoy
que llueve mucho
y me cuesta escribir la palabra amor
porque el amor es una cosa y la palabra amor es otra cosa
y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran
y cuándo
y cómo
pero el alma qué puede explicar
por eso mi vecino tiene tormentas en la boca
palabras que naufragan
palabras que no saben que hay sol porque nacen y
mueren la misma noche en que amó
y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá
como el silencio que hay entre dos rosas
o como yo
que escribo palabras para volver
a mi vecino que mira la lluvia
a la lluvia
a mi corazón desterrado.

lunes, 18 de mayo de 2009

No te salves - Mario Benedetti

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgano
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo
pero si
pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgano
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

miércoles, 8 de abril de 2009

El libro de los amores ridículos - Milán Kundera

Elogio de la amistad

Volvimos al parque. Una vez más observamos las parejas de chicas sentadas en los bancos; incluso había casos en los que alguna de las muchachas era guapa; pero nunca era guapa también su vecina.

—Esto responde a una especie de curioso principio —le dije a Martin—, la mujer fea espera lograr algo del esplendor de su amiga más guapa; la amiga guapa, a su vez, espera reflejarse con mayor esplendor si la fea le sirve de telón de fondo; de ahí se desprende que nuestra amistad se vea sometida a continuas pruebas. Y yo aprecio precisamente que nunca dejemos la elección al desarrollo de los acontecimientos o, incluso, a la competición mutua; entre nosotros la elección siempre es cosa de amabilidad; nos ofrecemos la chica más bonita como dos señores pasados de moda que nunca pueden entrar a un sitio por la misma puerta, porque no están dispuestos a admitir que uno de ellos entre primero.

—Sí —dijo Martin emocionado—. Eres un amigo estupendo. Ven, vamos a sentarnos un rato, me duelen los pies.

Así que nos sentamos agradablemente reclinados, con la cara expuesta a los rayos del sol, dejando que el mundo diese vueltas alrededor de nosotros sin prestarle atención.

viernes, 13 de febrero de 2009

Capítulo VII - Rayuela - Julio Cortázar

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

martes, 3 de febrero de 2009

Eduardo Galeano

A la casa de las palabras, acudían los poetas. Las palabras, guardadas en viejos frascos de cristal, esperaban a los poetas y se les ofrecían, locas de ganas de ser elegidas: ellas rogaban a los poetas que las miraran, que las olieran, que las lamieran. Los poetas abrían los frascos, probaban palabras con el dedo y entonces se relamían o fruncían la nariz. Los poetas andaban en busca de palabras que no conocían, y también buscaban palabras que conocían y habían perdido.En la casa de las palabras había una mesa de los colores. En grandes fuentes se ofrecían los colores y cada poeta se servía del color que le hacía falta: amarillo limón o amarillo sol, azul de mar o de humo, rojo lacre, rojo sangre, rojo vino...